El uso por parte de algunas congregaciones de medios masivos de comunicación como parte de sus estrategias para compartir el evangelio, nos motiva a abrir la reflexión sobre este tipo de comunicación en la búsqueda de intercambiar pensamientos, experiencias y herramientas que optimicen los proyectos en marcha y motiven la aparición de otros nuevos.
El término “comunicación masiva” refiere a una situación al menos contradictoria. En todo caso, y desde hace varias décadas, la existencia y desarrollo de un conjunto de herramientas técnicas permiten a personas o grupos de personas –reducidos, no siempre reconocibles- distribuir mensajes masivamente –a grandes cantidades de personas, anónimas-.
En los medios masivos de comunicación sólo hablan algunos hacia las mayorías sin posibilidades reales o efectivas de respuesta, de intercambio. En este sentido se discute si se trata de comunicación o si más bien es un fenómeno de trasmisión de información negando (por no habilitar posibilidades reales) la respuesta afirmativa, adversativa o la que abre otras maneras de interpretar el mismo hecho o estado de cosas. “Transmisión masiva” de mensajes, más que comunicación masiva.
En este punto, el de los mensajes, se abre otro gran espectro sobre el que es interesante reflexionar: ¿qué cosas se incluyen en lo que denominamos mensajes? Por caso, ¿qué mensajes emite un noticiero de actualidad? “Los hechos de la realidad”, dirá el spot de promoción del programa. Y ¿qué hay de las visiones parcializadas por cuestiones económicas, políticas o ideológicas que los noticieros proponen de la realidad?
De igual manera, ¿qué mensajes proponen las publicidades? “Información sobre un producto que satisface una necesidad humana”, dirán los más optimistas. Y ¿qué hay de los módulos ideológicos que imponen un conjunto de valores que crean necesidades y favorecen una cultura del consumo y la uniformidad de ideas a favor de intereses particulares?
A la hora de pensar la participación de una institución como nuestra iglesia en los medios masivos de comunicación –diario, radio o TV- no deben escaparse de la reflexión éstos y otros elementos que comportan un complejo fenómeno social y no solo una posibilidad técnica de comunicación.
Mencionamos más arriba la relación emisor único-receptor masivo y la problemática contenidos-intencionalidades, pero podríamos sumar aun más puntos de discusión referidos a la relación de los medios masivos con la sociedad, el poder, la cultura, la educación, la democracia, la justicia e incluso la fe.
Como iglesia el propósito de comunicar las Buenas Nuevas nos enfrenta al desafío de participar, utilizar los recursos de los medios masivos a tal fin. Las reflexiones anteriores y otras que al respecto podamos hacer, no intentan caer en la trampa de “demonizar” a los medios masivos excluyéndolos de las posibilidades para la evangelización sino más bien animarnos y sumarnos al juego de la comunicación en estos medios con una propuesta diferente: desde la pluralidad, el respeto y la inclusión, clara visión-acción que nos viene del evangelio de Cristo.
¿Qué ventajas de los medios masivos podemos como iglesia aprovechar para nuestro propósito?
¿Qué estrategias favorecerían una comunicación plural e inclusiva en los medios masivos? ¿Qué temas o visiones sobre temas podemos como cristianos poner en circulación en ellos?
¿A partir de qué recursos humanos y materiales es posible encarar un proyecto comunicativo de la iglesia en los medios masivos? ¿Cómo coordinarlos efectivamente?
¿Qué perspectivas de efectiva participación en este tipo de comunicación nos abren los medios llamados “alternativos” (periódicos o revistas barriales, radios comunitarias, etc.)?
La propuesta ahora es sumar más interrogantes y ensayar algunas “puntas de ovillo” a manera de respuestas que nos ayuden a abrir la reflexión necesaria para aquellas comunidades que ya están involucradas en proyectos comunicativos en medios masivos como para aquellas que están pensando en encararlos.
El término “comunicación masiva” refiere a una situación al menos contradictoria. En todo caso, y desde hace varias décadas, la existencia y desarrollo de un conjunto de herramientas técnicas permiten a personas o grupos de personas –reducidos, no siempre reconocibles- distribuir mensajes masivamente –a grandes cantidades de personas, anónimas-.
En los medios masivos de comunicación sólo hablan algunos hacia las mayorías sin posibilidades reales o efectivas de respuesta, de intercambio. En este sentido se discute si se trata de comunicación o si más bien es un fenómeno de trasmisión de información negando (por no habilitar posibilidades reales) la respuesta afirmativa, adversativa o la que abre otras maneras de interpretar el mismo hecho o estado de cosas. “Transmisión masiva” de mensajes, más que comunicación masiva.
En este punto, el de los mensajes, se abre otro gran espectro sobre el que es interesante reflexionar: ¿qué cosas se incluyen en lo que denominamos mensajes? Por caso, ¿qué mensajes emite un noticiero de actualidad? “Los hechos de la realidad”, dirá el spot de promoción del programa. Y ¿qué hay de las visiones parcializadas por cuestiones económicas, políticas o ideológicas que los noticieros proponen de la realidad?
De igual manera, ¿qué mensajes proponen las publicidades? “Información sobre un producto que satisface una necesidad humana”, dirán los más optimistas. Y ¿qué hay de los módulos ideológicos que imponen un conjunto de valores que crean necesidades y favorecen una cultura del consumo y la uniformidad de ideas a favor de intereses particulares?
A la hora de pensar la participación de una institución como nuestra iglesia en los medios masivos de comunicación –diario, radio o TV- no deben escaparse de la reflexión éstos y otros elementos que comportan un complejo fenómeno social y no solo una posibilidad técnica de comunicación.
Mencionamos más arriba la relación emisor único-receptor masivo y la problemática contenidos-intencionalidades, pero podríamos sumar aun más puntos de discusión referidos a la relación de los medios masivos con la sociedad, el poder, la cultura, la educación, la democracia, la justicia e incluso la fe.
Como iglesia el propósito de comunicar las Buenas Nuevas nos enfrenta al desafío de participar, utilizar los recursos de los medios masivos a tal fin. Las reflexiones anteriores y otras que al respecto podamos hacer, no intentan caer en la trampa de “demonizar” a los medios masivos excluyéndolos de las posibilidades para la evangelización sino más bien animarnos y sumarnos al juego de la comunicación en estos medios con una propuesta diferente: desde la pluralidad, el respeto y la inclusión, clara visión-acción que nos viene del evangelio de Cristo.
¿Qué ventajas de los medios masivos podemos como iglesia aprovechar para nuestro propósito?
¿Qué estrategias favorecerían una comunicación plural e inclusiva en los medios masivos? ¿Qué temas o visiones sobre temas podemos como cristianos poner en circulación en ellos?
¿A partir de qué recursos humanos y materiales es posible encarar un proyecto comunicativo de la iglesia en los medios masivos? ¿Cómo coordinarlos efectivamente?
¿Qué perspectivas de efectiva participación en este tipo de comunicación nos abren los medios llamados “alternativos” (periódicos o revistas barriales, radios comunitarias, etc.)?
La propuesta ahora es sumar más interrogantes y ensayar algunas “puntas de ovillo” a manera de respuestas que nos ayuden a abrir la reflexión necesaria para aquellas comunidades que ya están involucradas en proyectos comunicativos en medios masivos como para aquellas que están pensando en encararlos.
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